El día 8 de marzo se celebra internacionalmente el día de la mujer. Para muchos esta fecha representa el tiempo en el que se revindica el rol con el que consta el género femenino en la sociedad hoy en día, debido a todos los maltratos e injusticias que ha soportado a lo largo de la historia. Aún así, para mí el 8 de marzo no es solamente un día para revindicar a la mujer, sino para celebrar el hecho de formar parte de este género, para dar gracias por haber nacido en mi cuerpo y naturaleza. Por desgracia, para otras generaciones pasadas las mujeres como colectivo no se han valorado ni se les ha dado las mismas condiciones como humanos que son.
Viajamos al siglo XIX, donde la mujer estaba estrechamente relacionada con la familia, la casa y los hijos, mientras tanto, los hombres, estaban ocupados dirigiendo el mundo y participando en los muchos acontecimientos relevantes de este periodo como la revolución industrial, la colonización de África o, para España, la pérdida de colonias latinoamericanas. Todo esto sucedía fuera de las casas, donde se criaban a varones para poder convertirse en guerreros, inventores y líderes. En un plano secundario, también se educaban a las damas con el fin de que realizaran un casamiento beneficioso y fueran magníficas esposas y aún mejores madres.
Nos centramos en Inglaterra, uno de los países protagonistas de muchos eventos históricos en este siglo, la cual vivía su auge territorial e industrial. Se le nombra época victoriana, un periodo con muchos beneficios para la nación cuando se desarrolló económicamente de forma bestial gracias a su industrialización temprana y sus varios inventos tecnológicos, por ejemplo, la dinamo, el neumático o la bicicleta. Como todo, este país también contaba con una faceta negativa, la cual fue criticada seriamente por escritores de la época. Por aquellos entonces, en Inglaterra, el movimiento artístico y concretamente literario vigente era el realismo. Se manifestó sobre todo en novelas, donde se explicaba mediante descripciones profundas y detalladas el carácter de cada uno de los personajes y, entre sus páginas, se encontraba una intención crítica a algún aspecto de la sociedad. Entre los temas más juzgados se encontraban el severo cambio en el estilo de vida de familias humildes respecto a la alta sociedad o la pobreza y malas condiciones de las clases más bajas.
Entre estos escritores realistas se encuentra la célebre Jane Austen. Ella, difiriendo de los demás, trató un tema no tan común: el rol de las mujeres en sociedad. Su ejemplar más conocido: Orgullo y Prejuicio, leído recientemente por mí, presenta este tema de crítica en sus hojas. La protagonista de este libro “Elisabeth Bennet” es una mujer revolucionaria, perteneciente a una cuna humilde, pero con conocimientos amplios adquiridos tras sus lecturas de múltiples libros. Ella, incluso frente a las adversidades y críticas que otros personajes van comentando a lo largo de la novela, se defiende y mantiene siempre una actitud defensora de su persona, desde un enfoque ingenioso y hasta un tanto orgulloso y vanidoso. En el siglo XIX, esto era impensable, es más la imagen corriente que se tenía de la figura femenina era un individuo sin cultura, unido a la casa y solamente preocupado mínimamente en su aspecto físico, en su decoro, en su popularidad entre los hombres o en bienes materiales como vestidos, zapatos, joyas… Personajes femeninos que cumplen estas características también están representados en Orgullo y Prejuicio como son la señora Bennet, Lydia Bennet o Catherine Bennet; madre y hermanas de la protagonista.
Esta obra narra el curso de la relación entre Elisabeth Bennet y Darcy, un hombre que cae atrapado en los encantos de la anteriormente mencionada, pero no por su aspecto físico o su condición social, sino por su ingenio, sus opiniones y su testarudez. Él, con una renta anual altísima además de perteneciente a una familia poderosa le pide matrimonio a Lizzie de forma vulgar y ofensiva, por lo que ella le rechaza. Este acto únicamente ya representa lo feminista que es esta novela y lo fuera de la mentalidad del momento que se encuentra, ya que, en este siglo, si un hombre de mayor estatus social que el tuyo te pide casamiento, tú lo aceptabas sin pensar y agradeciendo a la vida entera. Sin embargo, esto es algo que hoy en día se vería normal, por ello defiendo mi postura de pensamiento expresando de nuevo cuánto grado de avance tiene esta novela y cómo se adelanta a la sociedad varias décadas. Jane Austen es una visionaria social, siempre defensora del valor de la mujer.
Por suerte, en la sociedad en la que vivo la mujer es un ser con el mismo valor y derechos que el hombre. En teoría según los documentos que rigen nuestro sistema político, todos somos iguales en el ámbito educativo, social y laboral. Por desgracia, esto no sucede en todos los países y en algunos en los que ya está implementado falta camino por recorrer. Este tramo restante debemos luchar y avanzar para que generaciones futuras puedan tener todo lo que muchas no tienen. Al igual que muchas mujeres lo han hecho en el pasado. Por ejemplo, entre estas, se encuentra Emily Davidson, que consiguió el voto femenino en Inglaterra, o la ya nombrada Jane Austen, que denunció la discriminación e infravaloración con las que las mujeres constaban en su época.
Ante todo, este desarrollo del papel de la mujer en la historia, me hace sentir orgullosa de cada una de las mujeres combatientes en el pasado y en cada una de las que hoy luchan, no sólo en manifestaciones, pero también en sus puestos de trabajo, las cuales predican con su ejemplo y sirven de inspiración a sus conocidos como figura de superación. Ellas, que luchan cada día para abrirse paso en mundos que antes estaban dominados por hombres y allanan el terreno a las que vienen detrás.
Texto argumentativo sobre el feminismo en la literatura realizado por Julia León Jiménez.
4º B.
Curso 2021/2022
